lunes, 15 de julio de 2013

Este no soy yo

Hoy volví un poco atrás, no se exactamente a que ni por qué.

  Hace ya un tiempo estoy fumando mas de lo que quisiera, en la oficina. No soy fumador, no tengo la adicción ni la necesidad de meterme nicotina, puedo pasarme tranquilamente un fin de semana o unas vacaciones o los días que sean sin siquiera extrañar un cigarrillo. Lo que si necesito es una excusa para salir cinco minutos de la oficina, al balcón aunque sea, y pensar en otra cosa. O en nada.
  En el trabajo todos los que me conocen o con los que cruzo un saludo cada tanto y me ven cuando salgo al balcón, piensan que soy un fumador mas. Nada nuevo, nada raro. La gente con la que hablo mas seguido sabe, porque se los dije yo, que mi necesidad de fumar existe solamente aca, que como mucho son dos o tres por día. En mi otra vida, la que está afuera de las puertas del trabajo, nadie tiene ni idea de mi costumbre.

  La primera vez que toqué un cigarrillo fue durante la secundaria. Tenía compañeros que fumaban a escondidas, otros que lo hacían abiertamente. No me pareció mal probar. No era desagradable, al principio puede resultar rara la idea de tragar humo intencionalmente, sin contar esa especie de mareo que trae el aire viciado en los pulmones desacostumbrados. Salir del turno de la tarde y tirarnos en el pasto a fumar y hablar boludeces de la vida era sentirse vivo, joven, rebelde... todo lo que uno piensa que es la vida cuando tiene 16 años y todo por delante. El problema es que esta altura siento que la vida me está matando. Ya no tengo todo el tiempo del mundo por delante, ni las ganas, ni las esperanzas (por asi decirlo) de que todo va a funcionar por cuenta propia. De que uno solamente tiene que estar ahí cuando la vida pase, sin mas preocupación que esperar a que las cosas se den, porque todo va a ir bien sin necesidad de intervenir. Porque en la tele vimos que funciona así.

  "Vivir solo nos cuesta la vida" decía El Indio Solari, pero yo creo que va incluso mas allá. Vivir nos saca la vida, la consume, la desprecia y nos deja con el sabor amargo de que ya no va a volver. No hay segundas oportunidades. Lo que hacemos nos define como personas ante la sociedad, pero lo que nos marca interiormente es lo que dejamos de hacer, lo que queríamos y no pudimos hacer. Esos sueños que tuvimos alguna vez, a largo plazo, que algun día sucederían... cosas que dejamos para mas adelante, porque total, todavía hay tiempo. Hasta que emepezamos a darnos cuenta de que el tiempo va quedando atrás. La rutina de la vida nos va guiando por el camino que quiere, no por el que queriamos nosotros cuando teníamos tiempo para soñar. Las necesidades diarias, el trabajo, las nueve horas de oficina, el largo viaje de vuelta al hogar, de pie en un colectivo/subte/tren atestado de gente en la misma situación... tratando de vivir lo menos peor que se pueda.

  Hoy salí al balcón. Encendí un cigarrillo, como todos los lunes a viernes de 9 a 18hs. Pero este tuvo un sabor distinto. No se por que, era del mismo paquete que ya tenía abierto, todos los anteriores con sabor a humo alquitranado metiéndose en mis pulmones ya baqueteados.
  Pero este último en particular, tenía gusto a la secundaria. El mismo que tenían aquellos que me daban mis compañeros cuando nos tirábamos en el pasto a hablar de lo que vendría, de lo que había por delante, de lo que nos esperábamos que nos esperara. Tuve una regresión a aquellos tiempos en donde no solamente todo se podía, sino que también era fácil. Fue un gusto extrañamente melancólico y agradable.
  Ya no soy joven. Tampoco soy viejo. Pero si sé (lo percibo) que estoy llegando a un punto de inflexión. Lo que ya pasó no hay forma de modificarlo, lo que está por venir... bueno, todavía estoy a tiempo... Todavía quedan cosas por hacer.

  Si la vida indefectiblemente me va a terminar matando, me parece que lo mejor que puedo hacer es sacarle el jugo lo mas posible. Aprovecharla todo lo que pueda dentro de lo que se pueda. Ya no soy tan iluso como cuando tenía 16, estoy consciente de que los sueños no se cumplen a rajatabla como uno los imagina, pero todavía se puede intentar la mejor aproximación posible. De lo que estoy seguro es que la vida que quiero, no está adentro de una oficina.

  Me parece que está haciendo falta un cambio de aires, este ya tiene demasiado humo. Voy a salir al balcón, pero no va a ser para fumar.